miércoles, 6 de febrero de 2013

XXI por egipcio [Gonzalo Rojas]

Desconocemos mayormente qué se hace en otros países, en cuanto a libros. Todo está en la red, sí: pero sólo lo nuevo; de lo previo, algunos pocos clásicos. Nosotros que preferimos tener el libro en la mano conocemos bastante lo de Argentina, pero poco las cosas que se escriben en el resto de Hispanoamérica. 

Quizás en Buenos Aires sea distinto; acá no llega nada. Bueno: de Rojas tenemos noticia, y también de Teillier; noticias y un par de libros locos. Hemos oído hablar de Rokha, de Lihn. Ya siendo Parra la cosa cambia: hay más. Pero esos pocos nombres son nada, comparado su número con el de los que tenemos de poetas argentinos. 

En materia de poesía, la compra y venta de libros, su tráfico, está entregada a la voluntariosidad de contados, quijotescos libreros; el Mercado ninguneará por siempre estos modestos productos sin margen de ganancia. 

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Me hice en El Espejo de este librito. Extrañísimo su título. La frase aparece en el primer poema (pág. 9). Si bien la relectura de hoy iluminó y dotó de más sentido a varios poemas, su ilación, dicha frase me deja bastante en ascuas; no volveré al poema, por ahora no lo seguiré rondando con mi pobre entendimiento, pero sé que la misma volverá esta noche, al acostarme: el cuarto en silencio, la oscuridad, la sospecha de que el cielo nocturno se agiganta tras la ventana. 

En este volumen hay poemas que malamente podemos llamar amorosos. Son versos más bien del deseo febril, de la pasión, el éxtasis y el frenesí (tanto del hombre como de la mujer): el poeta dejó constancia de algo salvaje y ciego, imperioso. 

Hay otros que, simplificando también, podríamos llamar de denuncia. "Pinochet", me sale decir; pero de Chile, y no hablo ahora meramente de poesía, no sé nada. Rojas escribe: "[...] ¡ellos / por los que escribo esto con mi / sintaxis de niño contra el maleficio:  los / mutilados, los / desaparecidos!" (pág. 46). Eso me generó terror. Antes de cerrar con la palabra "desaparecidos" (tan bajamente bastarda, por lo general, en nuestro labios sacrílegos), escribe "mutilados", yuxtaponiéndolas: y eso las devuelve a lo horrendo. 

Rojas canta balbuceando, muchas veces. No cuando escribe contando las sílabas (en esos casos la sintaxis se vuelve más regular, "ordenada"), sino en el verso libre; los cortes los siento justificadísimos. Hay algo de Santa Teresa en su dicción: el éxtasis, la expresión por momentos incoherente. 

Siento algo de surrealismo en muchas asociaciones de ideas inesperadas, condensaciones de sentido que se nos revelan de pronto y vuelven, un instante después, a la oscuridad, al misterio. El libro parece una miscelánea, algo provisorio: en una antología de este poeta que me prestó una amiga, vuelven a aparecer algunos de los poemas de este libro, en un conjunto más cerrado, más cabal. 

Me gusta imaginar que Gonzalo Rojas escribió mucho. Aunque no se los consiga en Córdoba, es un poeta en cuyas páginas parece que siempre se mantendrá, jovial y estremecido, el caudal de una voz generosa.

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GONZALO ROJAS: "XXI por egipcio". Prólogo de Verónica Zondek. LOM Ediciones; Colección Libros Del Ciudadano. Santiago, 2005.

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